Siempre he pensado que, cuando Dios creó al hombre y a la mujer diferentes, sabía muy bien lo que hacía. Sabía que era gracias a esa diferencia, que serían complementarios y, fruto de esa complementariedad, entre otras cosas, vendrían nuevas vidas. Por eso, Dios creó el sexo y lo incluyó entre lo que “vio que era bueno”; gracias a eso llegamos a existir.
El sexo tiene su propio idioma, Juan Pablo II dice que el sexo habla el idioma de la entrega personal, creo que ése es el idioma que el corazón entiende. Pero, ¿por qué tantas veces es un instrumento para “utilizar” a alguien? Como en todo, también en el sexo, nos puede pasar que en lugar de buscar el bien de los demás, busquemos el propio, sin preocuparnos de lo que le pase al otro. Y ¡cuántas veces hacemos eso! en muchas ocasiones… ¡Cuántas veces le dices a alguien que eres su amigo, no porque lo quieras como persona, sino porque te puede explicar la materia que más te cuesta, o porque es un buen contacto profesional!
Y al mismo tiempo, cada uno de nosotros tenemos una necesidad enorme de ser queridos de verdad, es condición de la persona, también en una relación de pareja. Por eso, pienso que si se quiere recibir amor auténtico, se tiene que empezar por darlo, aprendiendo a hacerlo, a querer sinceramente el bien ajeno… y eso es un proceso que dura toda la vida. Pero quizá baste con comenzar a interesarse en lo mejor para el otro, verlo como alguien con dignidad y en consecuencia, tratarlo con respeto.
Si no se comienza por esto, es más fácil que después se utilice este “lenguaje del cuerpo” como un simple: “te cojo prestado durante un rato, porque me gustas”, y no un: “me entrego a ti para siempre, me uno a ti para participar contigo en la divina tarea de crear, ayudar a crecer y educar a nuestros hijos, porque te amo”.
Además, es justo este amor entre una mujer y un hombre, el objeto y la razón de su responsabilidad en esa relación, y cuando se concibe erróneamente este amor, comienzan la mayoría de los problemas en torno a la unión de pareja. Creo que, en no pocas ocasiones, cuando se piensa en amor, se piensa en algo que nace en el cuerpo por una emoción sensible y atracción física, hasta alcanzar lo más profundo del organismo…OK, es cierto, pero a través de todo eso, y por encima y por debajo, el amor verdadero es un regalo; es un don que se da a los enamorados, y gracias a ese amor, se descubre al otro y se le identifica como aquel a quien me doy y quien se me da, con quien se forma un vínculo a la vez físico y espiritual, pero también moral.
Digo también moral, porque el amor también trae consigo responsabilidad, como ya dije antes; pero esta responsabilidad es gustosa, por nacer justo del amor, pero que conlleva obligaciones y tareas que conforman un proyecto de vida en común.
Lic. Alejandra Villa Rojas
Exalumna de Enfermería UP
Generación 2002-2007